Mediados de los años 50. Por decreto gubernamental todas las mujeres dominicanas deben participar en un desfile multitudinario en honor a El Jefe. Todas deben vestir de blanco, preferentemente luciendo guantes y sombrero.
Mamy diseño y cortó un sencillo traje de lino y antes de ensamblarlo lo llevó donde una señora china que bordaba a máquina. Vivía la señora en la pequeña área que era entonces el barrio chino de Ciudad Trujillo, en la avenida José Trujillo Valdez. Por señas y medias palabras se entendieron y con el diseño preparado por Mamy, que era muy buena dibujante, flores y arabescos florecieron en la pechera y los bolsillos.
En las paredes del abarrotado taller de costura colgaban calendarios multicolores que mostraban mujeres fascinantes luciendo sinuosos vestidos de seda y parasoles de papel. Otros tenían pinturas de montañas inverosímiles que salían del agua como dentaduras de creaturas míticas. A los siete años decidí que los chinos no sabían pintar ni tenían idea de cómo eran las montañas de verdad. Muchísimos años después visité Guilin en China y navegué en el río Li, del que nacen esas montañas que sí son como las pintaron. Por primera vez desde mi infancia pensé en esa señora, tan lejos de su tierra natal, cosiendo en un cuartucho caluroso en una isla en el medio del Mar Caribe.
El vestido quedó estupendo y Mamy, con su figura menuda y curvilínea, se veía como una reina. Como siempre.
La mañana del desfile Mamy se acicaló temprano, se puso un sombrero pequeño de flores de seda y agarró sus guantes y su cartera. El camino hasta el malecón era bastante corto, pero en el trayecto Mamy dió un tropezón con sus tacones. Llegó al punto de reunión cojeando y naturalmente se le excusó por causas ajenas a su voluntad. A la vuelta, desde que el malecón se perdió de vista Mamy dejó de cojear y llegó a casa sonriendo pícaramente.
Hay muchas formas de resistir una tiranía; ésta tuvo como requisito un vestido de lino blanco. El vestido reside en mi closet desde hace muchos años como emblema y recordatorio de mi bella mamá y su espíritu, que a los casi 90 años continúa siendo indomable.
Mi querida Bayonesa, me encantó este relato. Cuánto me hubiese gustado pasear por el barrio chino de la época tan diferente a lo que es hoy. Me transportaste a un tiempo que conozco solo por las anéctodas.
ReplyDeleteContinúa escribiendo!
can, gracias a ti cada dia conozco mas a mi familia, pues como sabes llegue un poco tarde a esa dinastia! Ya se a quien fue que yo sali!
ReplyDeleteEs que esa es mi abuela.
ReplyDeleteCreo que el vestido me debe servir. Qué opinas?
ReplyDeleteQué belleza Cúcara!!! No lo había leído aún!
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