Pues yo diría que por qué no. Si los conquistadores siempre construyen sus templos sobre los templos de los conquistados. Si los hombres probos desaparecen del escenario ya sea por fuerza o por temor. Si esperamos y deseamos que un jefe máximo -un dios- nos resuelva todos los problemas.
Entonces no queda más remedio que prenderle una vela al mismo demonio y contar con los resultados. El Jefe nos regalará una casa, nos mandará a la escuela, nos dará empleo y cuando tengamos hijos seremos compadres porque El Jefe será el padrino. Prendemos la vela. Cerramos los ojos. Nos arrodillamos y le rogamos al Jefe que nos cuide y nos proteja. Después le rogamos a San Rafael que proteja al Jefe. Con El Jefe lo tenemos todo y no le tememos a nada. Por eso lo veneramos.
Fuimos un pueblo conquistado, humillado, vejado, violado, donde 'ellos', los de La Era, construyeron su gran vida sobre los cimientos de nuestras costillas.
Un pueblo que cerraba los ojos y se tapaba los oídos tratando sin éxito de ni ver la blasfemia, ni oir el grito de "Viva el Jefe" del que no podíamos escapar.