Monday, September 14, 2009

Y YO TAMBIEN DESFILE




La noticia nos dejó consternados: Si no desfilábamos, el gobierno cerraría el colegio. Nuestra directora, Doña Lourdes Roques de Santoni, entró al aula del octavo y con manos temblorosas leyó la orden enviada por la Secretaría de Educación. El Colegio Santa Teresita era un bastión del antitrujillismo, los hermanos de las tres hermanas Roques, fundadoras del colegio, eran parte del exilio activo. Ese día Doña Lourdes nos dio otra lección de democracia. Nos dijo que no obligaría a nadie a marchar en una manifestación a favor del régimen, que aquellos que no tuvieran el deseo de hacerlo no recibirían ningún castigo y que si nadie quería presentarse a aquel desfile, sencillamente el colegio se acataría a las disposiciones del gobierno. Después de un pesado silencio, todos a una voz contestamos ¡Marchamos! Y así, a los doce años, yo también marché ante la tribuna de la dictadura.



Elena Ramirez Roques y yo, por ser las más pequeñas y porque Elena era hija de una de las Roques y había que dar el ejemplo, fuimos las encargadas de llevar el pabellón del colegio. Detrás venía el grupo de abanderados y luego el colegio en pleno con varios de los maestros. Las excepciones fueron las hermanas Roques y Don Poncio y Doña Amelia Sabater. Apoyamos plenamente esa infinitésima expresión de resistencia pasiva.



Las semanas anteriores al desfile fueron un revuelo de actividad. Había que diseñar y confeccionar un uniforme de gala. Las chicas de la secundaria, entre ellas Annie Amell y Carmen Rosa Prieto triunfaron con un diseño estilo Christian Dior de falda estrecha y chaqueta ajustada que a ellas con sus formas espigadas les quedaba de maravilla. En mí, regordeta y preadolescente, parecía un saco de papas a pesar de los esfuerzos de Mami para darle forma con pinzas, costuras y hasta una faja elástica. Qué bien recuerdo los comentarios de los espectadores: "¡Ay míralas tan chiquitas y vestidas de señoritas!" ¡Qué agentás!"



Lamentablemente las fotos de la ocasión han desaparecido.



Era un día normal como son normales la mayoría de los días en el Caribe. Cielo y mar azules. No mucho calor. Fuimos uno de los últimos colegios en desfilar, creo que El Jefe hasta ya se había ido. Los chicos habíamos hecho un pacto que al menos yo cumplí: al pasar al frente de la tarima, voltear la cara hacia el mar. Como iba delante, no sé si los demás lo hicieron. Pero yo sí puse mucha atención a las olas caribeñas en esa larga mañana de La Era.

Tuesday, September 1, 2009

MI PRIMAVERA


La Primavera es parte del Gazcue romántico. Va desde más o menos la Pasteur hasta la Socorro Sánchez y desde la Bolívar hasta la Independencia. En aquellos años era un sector tranquilo, arbolado, de casonas estilo español con patios de azulejos y fuentes, otras de estilo art deco con líneas modernistas y salones relucientes de mármol y caoba, y edificios de apartamentos de varios pisos. Mi niñez y adolescencia estuvieron circunscritas por poetas y literatos, desde mi calle, la José Joaquín Perez, pasando por la Hermanos Deligne, la Cervantes y la Josefa Perdomo. Para una niña cuyo interés principal era la lectura y prefería pasarse las vacaciones con Julio Verne y Alejandro Dumas a patinar o jugar volibol, estaba perfectamente situada en mi mundo de ideas y palabras. Don Max Henríquez Ureña y Doña Flérida Nolasco no eran nombres en un libro de texto; eran personas cariñosas que se interesaban en mis conversaciones y contestaban a mis preguntas con respuestas fascinantes. A una cuadra, en la esquina con Santiago, en la casona de los Carbuccia que es ahora una universidad, vivía la Srita. Estervina Matos en su salón abarrotado de libros y retratos enmarcados de personajes de letras de su generación que era para mí como entrar en la cueva de Alí Babá. A los doce años de edad a nadie le gusta que le apoden "Tesorito". Así me llamaba ella ocasionándome un malestar indescriptible. Ahora la recuerdo con gran cariño y cómo me gustaría poder escuchar sus aladas explicaciones literarias una vez más.
En la esquina opuesta a mi casa estaba la moderna Clínica Faxas, rodeada de jardines y pinos. En este sector, donde la vegetación y la paz eran parte de nuestro diario vivir, donde en las mañanas el canto de las aves se entretejía con las llamadas de las marchantas, la Clínica Faxas se convirtió para mí en un punto focal de los hechos aborrecibles de la dictadura. Cuando se denunció al joven Pipe Faxas como dirigente del Movimiento 14 de Junio a la clínica se presentaron los odiados y temidos agentes del Servicio de Inteligencia Militar. No sé exactamente qué sucedió pero la clínica ya no volvió a serlo. Habían agentes sentados a la entrada y vigilantes por el entorno. Los vecinos pasaban y susurraban sobre los acontecimientos. El temor era palpable. Esa fue la primera vez que observé los estragos de La Era tan de cerca.
Ese día Mi Primavera perdió parte de su belleza y brillantez. Lo que nadie podía imaginarse entonces es que también ese día se había dado otro paso en el descenso de La Era hacia su sangriento final.

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INVITACION AL RECUERDO

Los dominicanos que nacimos entre 1930 y 1961 nacimos en La Era. Los que nacimos en La Era aprendimos desde la cuna a hablar poco y callar todo. Los que nacimos en La Era sabíamos por ósmosis que vivíamos en el terror. Lo sabíamos aunque nadie nos lo explicara. Los que nacimos en La Era recordamos tiempos tan apacibles que tenían que ser un mito. Y así era. Debajo de esa engañosa tranquilidad había un tumulto de horrores y temor que lo empañaba todo. Y aún así vivimos una niñez dorada... ESTE ES EL SITIO PARA RECORDAR...

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