La Primavera es parte del Gazcue romántico. Va desde más o menos la Pasteur hasta la Socorro Sánchez y desde la Bolívar hasta la Independencia. En aquellos años era un sector tranquilo, arbolado, de casonas estilo español con patios de azulejos y fuentes, otras de estilo art deco con líneas modernistas y salones relucientes de mármol y caoba, y edificios de apartamentos de varios pisos. Mi niñez y adolescencia estuvieron circunscritas por poetas y literatos, desde mi calle, la José Joaquín Perez, pasando por la Hermanos Deligne, la Cervantes y la Josefa Perdomo. Para una niña cuyo interés principal era la lectura y prefería pasarse las vacaciones con Julio Verne y Alejandro Dumas a patinar o jugar volibol, estaba perfectamente situada en mi mundo de ideas y palabras. Don Max Henríquez Ureña y Doña Flérida Nolasco no eran nombres en un libro de texto; eran personas cariñosas que se interesaban en mis conversaciones y contestaban a mis preguntas con respuestas fascinantes. A una cuadra, en la esquina con Santiago, en la casona de los Carbuccia que es ahora una universidad, vivía la Srita. Estervina Matos en su salón abarrotado de libros y retratos enmarcados de personajes de letras de su generación que era para mí como entrar en la cueva de Alí Babá. A los doce años de edad a nadie le gusta que le apoden "Tesorito". Así me llamaba ella ocasionándome un malestar indescriptible. Ahora la recuerdo con gran cariño y cómo me gustaría poder escuchar sus aladas explicaciones literarias una vez más.
En la esquina opuesta a mi casa estaba la moderna Clínica Faxas, rodeada de jardines y pinos. En este sector, donde la vegetación y la paz eran parte de nuestro diario vivir, donde en las mañanas el canto de las aves se entretejía con las llamadas de las marchantas, la Clínica Faxas se convirtió para mí en un punto focal de los hechos aborrecibles de la dictadura. Cuando se denunció al joven Pipe Faxas como dirigente del Movimiento 14 de Junio a la clínica se presentaron los odiados y temidos agentes del Servicio de Inteligencia Militar. No sé exactamente qué sucedió pero la clínica ya no volvió a serlo. Habían agentes sentados a la entrada y vigilantes por el entorno. Los vecinos pasaban y susurraban sobre los acontecimientos. El temor era palpable. Esa fue la primera vez que observé los estragos de La Era tan de cerca.
Ese día Mi Primavera perdió parte de su belleza y brillantez. Lo que nadie podía imaginarse entonces es que también ese día se había dado otro paso en el descenso de La Era hacia su sangriento final.
Exelente entrada.. me gusta este blog!!
ReplyDelete