Thursday, August 13, 2009

DESAPARECIENDO


En mi niñez sucedían cosas extrañas. De repente se perdía de vista algún conocido, algún amigo no respondía una carta, alguna joven estudiante venía a visitar y susurrando se despedía por última vez. No se volvía a saber de ellos. Un día estaban ahí, jóvenes y llenos de vida, estudiando o trabajando con afán y al otro se esfumaban sin dejar rastro. Sin anuncios en los periódicos, sin férretro, sin flores, sin velorio ni funeral. La noticia iba de boca en boca entre gestos y palabras en clave. De repente los buenos amigos dejaban de visitar la casa del desaparecido. Alguien podría estar acechando. Los nombres no se volvían a mencionar. Alguien podría estar escuchando. Los padres sellaban su labios con gesto férreo y aparentaban que todo seguía igual. La mayoría de los desaparecidos eran hombres jóvenes, pero también las muchachas desaparecían sin dejar trazas. Los padres bien sabían que no debían dar parte a las autoridades. A veces, por vías inimaginables se enteraban que su hijo o hija había pedido asilo en una embajada y ahora estaba en Argentina o Venezuela en un exilio que podría durar el resto de sus días. Esos eran los que habían tenido suerte. Hasta los que oían que sus hijos estaban presos tenían un hálito de esperanza. Los demás pasaban una eternidad en ese limbo de pensamientos horripilantes donde el misterio hace que la realidad se vea aún más pavorosa.

La flor de nuestra juventud, decía mi abuela Carmelita. Y eran flores. Así los recuerdo, con sus guayaberas impecables y sus faldas de mil varas. Estos eran los jóvenes que soñaban con tiempos mejores, con la libertad para hacer o decir lo que quisieran. Y lo que encontraron fue una fría celda, una tumba a destiempo y la más aterradora de todas las pesadillas, un viaje hasta el cielo, un empujón al vacío, una caída al mar y esperándolos los tiburones mejor alimentados del mundo.

¿Cómo sobrevivieron tantas familias este infierno en vida? La fé, me imagino sería un recurso bendito. Los sueños de venganza podrían dar algún consuelo. Hubo aquellos que, volando cerca de la llama del poder, chamuscaron sus alas y se retiraron a planear conspiraciones que nunca vieron la luz del día. Hubo familias enteras que desaparecieron, donde no quedó una sola alma para contar su historia. Y hoy que se puede contar, ¿quién se acuerda? ¿A quién le interesa? ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!

1 comment:

  1. Tienes toda la razon, estoy deacuerdo con lo que escribes.

    ReplyDelete

Search This Blog

INVITACION AL RECUERDO

Los dominicanos que nacimos entre 1930 y 1961 nacimos en La Era. Los que nacimos en La Era aprendimos desde la cuna a hablar poco y callar todo. Los que nacimos en La Era sabíamos por ósmosis que vivíamos en el terror. Lo sabíamos aunque nadie nos lo explicara. Los que nacimos en La Era recordamos tiempos tan apacibles que tenían que ser un mito. Y así era. Debajo de esa engañosa tranquilidad había un tumulto de horrores y temor que lo empañaba todo. Y aún así vivimos una niñez dorada... ESTE ES EL SITIO PARA RECORDAR...

Followers