La noticia nos dejó consternados: Si no desfilábamos, el gobierno cerraría el colegio. Nuestra directora, Doña Lourdes Roques de Santoni, entró al aula del octavo y con manos temblorosas leyó la orden enviada por la Secretaría de Educación. El Colegio Santa Teresita era un bastión del antitrujillismo, los hermanos de las tres hermanas Roques, fundadoras del colegio, eran parte del exilio activo. Ese día Doña Lourdes nos dio otra lección de democracia. Nos dijo que no obligaría a nadie a marchar en una manifestación a favor del régimen, que aquellos que no tuvieran el deseo de hacerlo no recibirían ningún castigo y que si nadie quería presentarse a aquel desfile, sencillamente el colegio se acataría a las disposiciones del gobierno. Después de un pesado silencio, todos a una voz contestamos ¡Marchamos! Y así, a los doce años, yo también marché ante la tribuna de la dictadura.
Elena Ramirez Roques y yo, por ser las más pequeñas y porque Elena era hija de una de las Roques y había que dar el ejemplo, fuimos las encargadas de llevar el pabellón del colegio. Detrás venía el grupo de abanderados y luego el colegio en pleno con varios de los maestros. Las excepciones fueron las hermanas Roques y Don Poncio y Doña Amelia Sabater. Apoyamos plenamente esa infinitésima expresión de resistencia pasiva.
Las semanas anteriores al desfile fueron un revuelo de actividad. Había que diseñar y confeccionar un uniforme de gala. Las chicas de la secundaria, entre ellas Annie Amell y Carmen Rosa Prieto triunfaron con un diseño estilo Christian Dior de falda estrecha y chaqueta ajustada que a ellas con sus formas espigadas les quedaba de maravilla. En mí, regordeta y preadolescente, parecía un saco de papas a pesar de los esfuerzos de Mami para darle forma con pinzas, costuras y hasta una faja elástica. Qué bien recuerdo los comentarios de los espectadores: "¡Ay míralas tan chiquitas y vestidas de señoritas!" ¡Qué agentás!"
Lamentablemente las fotos de la ocasión han desaparecido.
Era un día normal como son normales la mayoría de los días en el Caribe. Cielo y mar azules. No mucho calor. Fuimos uno de los últimos colegios en desfilar, creo que El Jefe hasta ya se había ido. Los chicos habíamos hecho un pacto que al menos yo cumplí: al pasar al frente de la tarima, voltear la cara hacia el mar. Como iba delante, no sé si los demás lo hicieron. Pero yo sí puse mucha atención a las olas caribeñas en esa larga mañana de La Era.
Me fascinan tus anécdotas. Tu manera de expresarte y tu vocabulario son envidiables. Te felicito. Seguí escribiendo.
ReplyDeleteLuis Tomás Baez Brugal escribe: "Cincuenta décadas después tu blog se acrecenta y tu persona brilla ante mis ojos. Besos y felicidades. Te admiro. Luis Tomás.
ReplyDeleteInteresante anecdota Neibi. sencillamente habla mucho de aquel tiempo y que las generaciones de hoy ni la idea minima tenemos.
ReplyDeleteUn beso