No, no me lo soñé. No fue una falsa memoria despertada por Mauricio Babilonia. Las mariposas amarillas sí venían a la capital y dejaban todo cubierto de un polvillo dorado. Eran nubes migratorias que ocultaban el cielo. Los limpiavidrios de los carros las empujaban. Recuerdo el Mercury color champaña de Papy cubierto de ese oro en polvo y él quejándose de que había que pasarle un trapo. Ah, hombre dominicano que hasta para lo más sencillo necesitas un trabajador, un sirviente. Se oían anuncios radiales del servicio civil: "Poca visibilidad debido a las mariposas". Como siempre he dicho, la niñez en La Era no fue todo un martirio; fue una niñez dorada y mágica en un país ultra tranquilo, ultra seguro, siempre y cuando no te metieras con "ellos", los inmencionables. Una pequeña ciudad absolutamente limpia y callada donde las orugas enormes desnudaban los árboles bombax y las plumerias de Gazcue para luego metamorfosear en imponentes mariposas negras. Y sobre todo las mariposas amarillas esperadas cada año para marcar el final de nuestra brevísima primavera. ¿Cuándo dejaron de migrar? ¿Quién notó su ausencia durante los años siguientes al final de la dictadura? ¿Estábamos todos tan ocupados tratando de forjar una patria diferente que no había tiempo para pensar en 'maripositas volando'? Las nuevas generaciones nunca sabrán de la magia de un aire lleno de oro suspendido. Probablemente piensen que éste no es más que otro cuento nostálgico. Pero sí existieron. Sí volaban de oeste a este dejando a su paso el único oro que no se llevaron los peninsulares y que no pudieron explotar "ellos", los de La Era.
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INVITACION AL RECUERDO
Los dominicanos que nacimos entre 1930 y 1961 nacimos en La Era. Los que nacimos en La Era aprendimos desde la cuna a hablar poco y callar todo. Los que nacimos en La Era sabíamos por ósmosis que vivíamos en el terror. Lo sabíamos aunque nadie nos lo explicara. Los que nacimos en La Era recordamos tiempos tan apacibles que tenían que ser un mito. Y así era. Debajo de esa engañosa tranquilidad había un tumulto de horrores y temor que lo empañaba todo. Y aún así vivimos una niñez dorada... ESTE ES EL SITIO PARA RECORDAR...
Gracias a Dios es un recuerdo hermoso que no tiene que ver con "ellos". Te cuento que aún migran las mariposas, pero no igual que antes. En el Sur se ven por millares aún, cerca del día de San Juan, y es un recuerdo que me parece que está asociado al fin de la primavera y comienzo del verano. Las mariposas se reproducen en primavera y las oruguitas comienzan su metamorfosis, y es en verano cuando salen. La disminución de las mariposas las asocio a los cambios medioambientales de aquí y del mundo. Tengo muchas fotos de estas maripositas de polvo dorado, te subo unas cuantas luego para hacerle cosquillas a tus recuerdos.
ReplyDeleteMi queridísima Carmen, aunque mi niñez transcurrió en la "post-Era", me trajiste a la memoria muchos recuerdos, de aquellos tiempos de la pseudo-dictadura y de la guerra fria que no era para nada fria, de aquellos tiempos donde la ciudad era limpia y "tranquila" salvo por la guerra fraticida entre las "fuerzas del orden" y los "cabeza caliente", de aquellos tiempos donde cuando me llevaban de niño a Consuelo a casa de los abuelos, el parabrisas y la "parrilla" de aquel Chevy Nova llegaba pintado de oro por las mariposas amarillas que llenaban la carretera.
ReplyDeleteFuerte abrazo
Maravilloso relato sobre un tiempo y un lugar marcado por las mariposas en todo el sentido de fragilidad, belleza, pero a la vez tenacidad, perseverancia y valentía que representan todas ellas, las de Salcedo, las de Gazcue, todas y cada una; ...a veces pienso si todo ese polvillo dorado que describes no era sino un intento de contagiarnos de esa memoria genética que las caracteriza, ...para que nunca olvidemos! …para que no se repita!!
ReplyDeleteMinetta Roques escribe:
ReplyDeleteHola Mercedes Carmen! Te copio un comentario sobre el último relato que n pude incluir en el blog.
No, no fue un sueño, yo también lo vi, soy fiel testigo de que así como lo cuentas sucedió; me dolía cuando las mariposas se estrellaban contra los parabrisas de los carros. Ya no las veo, creo que volaron con las de Salcedo, quizás también ellas fueron perseguidas... Pero ni ellas ni las de Salcedo pueden ser olvidadas. Tiempos felices, tristes también, pero inolvidables, tiempos como "En el Tiempo de las Mariposas". p.d. Una vez más me vuelven a maravillar tus relatos, querida compañera!