Saturday, October 6, 2012

"Estos Eran Los Palacios"

Me han pedido que sea menos melancólica en lo que escribo.  Que recuerde los lugares y momentos felices de mi niñez.  Que hable de los cines, las tiendas, las fiestas de aquellos años.  Aunque lo intento frecuen- temente y aunque soy una persona alegre y chistosa en la cotidianeidad, no parece ser mi estilo al describir esos primeros trece años de mi existencia.

"Había una vez una niña feliz que vivía en una ciudad besada por el sol y acariciada por el mar".  Muy feliz.  En las tardes invernales las golondrinas revoloteaban alrededor del balcón de los abuelos; sí como en las rimas de Gustavo Adolfo.  

En las mañanas estivales, durante las vacaciones y antes de que me embalaran para los cafetales de Villa Trina, los paseos en coche con las primas de Santiago, los días "de sal y de sol" del Puerto Plata de Juan Lockward, o el campamento de verano de Herrera, mis primos y yo nos íbamos a dar caminatas con el abuelo quien, al llegar a "La bolita de la Feria", desde la Santomé, que conste, vestido de saco y corbata y con el Borsalino que nunca dejó de usar, nos compraba a cada uno un guineo.  Y volvíamos de vuelta a la Santomé, sudorosos, sedientos, "quemados como camarones" decía la abuela.  A bañarnos, a comer y luego la siesta mientras se escuchaba música clásica en el radio gracias a la Farmacia Mella.  Por las noches  de vez en cuando entraba algún murciélago por los tragaluces, se armaba la corredera, los chillidos,  hasta que uno de los tíos, que me lucian más valientes y buenos mozos que los héroes medievales de Sir Walter Scott, lo atrapaba y, para nuestro encanto, lo hacía fumar para después soltarlo y verlo alejarse volando hasta el gran árbol de mamones detrás de la casa. 

 Había tardes especiales cuando la abuela Carmelita y yo, solamente yo, la preferida, la especial, yo, la que no se cansaba de escuchar sus añoranzas --"Yo vivía en San Juan, en la Calle Fortaleza esquina Calle del Cristo y mi patio era el mar".  Yo, la que anhelaba su compañía, la elegida, sentada en las ruinas del Alcázar, en las piedras de San Miguel, bajo los arcos del Convento, escuchando las historias de su familia o los escritos de Alan Kardec.  De sus lecturas recordadas de la Revolución Francesa se pasaba fácilmente al hundimiento del Titanic, a la muerte accidental de Isadora Duncan, a una historia bíblica o a un párrafo de Vargas Vila-- "El águila no sabe lo que el pantano siente".   Con su voz apacible que nunca abandonó totalmente el dejo de su patria de origen, hablaba de la Conquista, de los virreyes, del oro y la plata, de la abundancia y de la codicia, de las alegrías del amor y de las desventuras de la vida.  Tema sobre tema, historia y cuento, leyenda y mito.  Su filosofía personal que se fue convirtiendo en la mía.

Otras tardes, cuando las cosas no iban bien, cuando se notaba la pesadez de alguna dificultad, de alguna obstrucción al bienestar de su familia, agarrada de manos conmigo hasta Güibia, donde, con aplomo lanzaba una botella al mar.  En ella iba una carta, un ruego, o tal vez una lista de las circunstacias que la abrumaban.  Nunca pregunté.  No lo hicimos muchas veces pero sí lo suficiente para que yo, a temprana edad, entendiera que era importante hacerlo con fé y que la solución vendría.  Bendita abuela que me enseñó que hasta las flores secas tienen su encanto.  

Era linda y limpia mi ciudad, tranquila y hasta podría decir serena, pero eso ya lo he dicho yo y lo dicen todos los que la conocieron y hasta muchos que todavía no habían nacido porque esa imagen se ha convertido en parte de nuestra memoria colectiva.  Los maniseros con sus latas y sus brasas chisporroteantes; un puñadito de maní caliente servido en un cucurucho de papel que año a año se hacía más pequeño.  El amolador de tijeras y cuchillos soplando notas con su flauta de Pan y empujando la gran piedra redonda y chata.  El atesador de bastidores que tenía que venir a menudo porque los chiquillos brincábamos en las camas como trampolines.  "¡A---tesador!".  El hombre de los paquitos y revistas, cambiando dos usados por uno nuevo mas dos cheles.  El paletero cantando, "¡Chicle Pollito, menta, Hollywood, Crema!".  Los Chicles Pollito eran más caros pero traían premios que yo atesoraba. La marchanta de flores con sus azucenas olorosas a Primera Comunión, una gran lata llena de agua y flores balanceada en la cabeza.  Me maravilla pensar lo pesada que es el agua y cómo esas doñas caminaban toda la ciudad, desde las cuestas hasta el mar, en el calor tropical, para ganarse el sustento.    Los vendedores de dulces, besitos de coco, alegrías, bolitas, coconetes, suspiros, canquiñas amelcochadas o azucaradas.  El señor que traía la miel de abeja en el panal, las velas hechas a mano y las botellas de cera para dar brillo a los muebles.  Una que otra  vez, comiendo del panal, masticaba una abeja ahogada en su dulzura. ¡Horror!  El carbonero con su carro polvoriento y su jamelgo al que se le podían contar las costillas.   Teníamos estufa eléctrica y luego de gas, pero siempre se usó anafe, sobre todo para el sancocho.  Modernidad y tradición viviendo bajo el mismo techo.

¿Ya?  ¿Es suficiente?  ¿Habré cumplido con la petición?  No quiero aburrir.  Pero fíjate que se me olvidó hablar de tiendas o de restaurantes o de fiestas.  

5 comments:

  1. Me imagino problemas de internet cuando lo postié. Había escrito que me quedo en full awe de tu maravillosa memoria y la facilidad para la descripción de detalles. A mi me cuesta, tengo que auxiliarme con mis hermanos. Y aunque no es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor porque he disfrutado todas las etapas de mi vida, recordar es vivir y nuestras vivencias forman parte importante de lo que somos

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  2. La verdad...me pides la verdad...yo creo que has sido bastante justa. Ya has denunciado repetidamente los horrores de la dictadura, es justo que recuerdes algo de las cosas buenas y como puedo ver, las mejores cosas son un legado de tu interacción familiar. Me encantan muchos de tus recuerdos, porque se solapan con los míos. Yo que viví en la Santomé, recuerdo muchas de las cosas que dices, a pesar de haber nacido en el 1967. Los anafes (en mi casa se usaban más para la ropa blanca)...se hervía la ropa, en serio! O es que me traiciona la memoria? Juraría que sí!

    La ciudad era limpia y había tranquilidad...sí, ya sabemos lo que ocultaba esa fachada que era toda Ciudad Trujillo, pero me gustan tus memorias. Yo que nací en Ciudad Balaguer, puedo conectar mucho contigo.

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  3. Me ha encantado tu blog...de lo que me había perdido hasta el momento...sigue con el tema...si ese te place...nada como hacer lo que nos gusta....Felicidades.....:-)

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  4. Gracias por hacerme recordar mi propia historia... con mis calles y mis venduteros y mis olores y mi gente. Con ese anafe que, también en mi casa, se utilizaba con cuaba para hervir y blanquear la ropa blanca.... y con ese olor tan peculiar que hace mucho tiempo no "me daba". Gracias Cúcara.... conocerte es como premio en los chiclets tuyos: no importa qué ni cuándo, pero siempre me sorprendes y cada vez más y mejor! Te abrazo.
    Tatiana

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  5. Cucara: Te felicito, que lindo!!.. Cuantos recuerdos... Bien escrito y ameno, creo que al final podrías compilarlos y publicar un libro!!.. De verdad, me han encantado tus relatos.. aunque soy mayor, son casi los mismos míos!!... Si, los anafes siempre se usaban y casi hasta hace algunos 30 años, para hervir ropa blanca, como dice o pregunta Genaro... Las fiestas, los restaurantes y las tiendas , son otra cosa!.. esto Cucara, es la vida!!.. Que es lo bonito, lo verdadero, lo de todos los días... y lo que nos pasa a todos!!..
    Adelante, seguiré leyendote!!..
    Un abrazote
    Mati

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INVITACION AL RECUERDO

Los dominicanos que nacimos entre 1930 y 1961 nacimos en La Era. Los que nacimos en La Era aprendimos desde la cuna a hablar poco y callar todo. Los que nacimos en La Era sabíamos por ósmosis que vivíamos en el terror. Lo sabíamos aunque nadie nos lo explicara. Los que nacimos en La Era recordamos tiempos tan apacibles que tenían que ser un mito. Y así era. Debajo de esa engañosa tranquilidad había un tumulto de horrores y temor que lo empañaba todo. Y aún así vivimos una niñez dorada... ESTE ES EL SITIO PARA RECORDAR...

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